viernes, 30 de octubre de 2009

GUANAMINO


Güanamino: primer trabajo que tiene un-a joven-a.
Viene de "bwana a mi no ... me dispares", referido a su jefe, el Bwana.
Sueldo mensual: suele ser de 1/2 mileurista.





También vale para cuando un chico se siente un poco "depre" buscando vagabundo un mundo chiquito, como una persona lombriz.

sábado, 17 de octubre de 2009

Lu y Lusa. OLIMPO

La muchacha con mandolina (de Picasso)


(bajorelieve en haya, de Lu)



(Dibujo de Lusa, basado en "Guilty Pleasures" de Luis Royo)


Hace años sentíamos que nos conocíamos desde toda la eternidad...
así es, porque somos uno en todas las eternidades...


La hormiga coja
Érase una vez el Paraíso frente al mar, a la sombra de un nervudo tamarisco donde vivía nuestro protagonista, una hormiga obrero llamado Njembé y debía su nombre al tam-tám que gustaba tocar al atardecer.

Njembé era trabajador y muy inspirado. En otro tiempo construía casas para hormigas, excavando la tierra con tan preciosos diseños que de él se decía que era el mago del espacio.
Hubo quien aseguró que por la noche, los mismos dioses lo raptaban de su lecho y lo llevaban al Olimpo para que les diseñase hermosos palacios y bellos entornos de meditación y recreo.
En cierta ocasión Marte, el dios de la guerra, le mandó construir un pabellón para su amada Venus. Un lugar para sorprenderla, enamorarla y hacerla descansar de sus tareas de diosa.
Njembé tomó el encargo con sumo cuidado. Durante meses observó a Venus mientras dormía, comía o danzaba. Al cabo de un año la conocía mejor que nadie en el Olimpo. Entonces, y solo entonces, comenzó a construir.
Hizo un pabellón armonioso como ella, radiante como su juventud, colorista como sus vestidos y aéreo como su danza. El pabellón era transparente, construido con finas varillas que asemejaban los tallos de hermosas plantas. Entre las finas curvas de tan delicados soportes, los maestros vidrieros moldearon flores de verónica y botón de oro, escabiosa marítima y genciana, flor de cuchillo, azafrán y salicaria... Tallaron hojas filipéndula, acanto, pulsatilla y escleranto.
Colgaban pequeñas ramas de lluvia de oro y espigas de paspayás se escapaban aquí y allá.
Njembé, el rey del espacio, había hecho el milagro. Cuando el sol de la mañana incidía en tal filigrana, el aire se llenaba de arcoiris. Las espigas de cristal brillaban como diamantes, las hojas como esmeraldas, las flores como piedras preciosas.
Venus bailaba bañada en las luces de todo el espectro, entre millones de estrellas de cien mil colores.
Tan bello era el pabellón, tan bella estaba la diosa entre constelaciones de luz, que Apolo se enamoró de ella y la diosa de Njembé.
Cuando Marte se enteró, se enfureció.
Bajó raudo del Olimpo y mientras Njembé dormía lo hirió de un golpe certero de su espada en la cabeza. Njembé luchó por sobrevivir a la herida, pero quedó paralítico de su mitad derecha.
Cuando Venus se enteró, su corazón se deshizo en llanto. Lloró lágrimas amargas día y noche mientras cuidaba de Njembé, el artista creador, en el pabellón de luz.
Njembé era constante y valeroso, inteligente y luchador. Con el pasar del tiempo volvió a diseñar espacios y caminar. Pero su mitad derecha, paralizada, le hicieron ser una hormiga coja.
Todo el Olimpo quedó conmovido por el amor de Venus y la valentía de Njembé.
Y Marte de nuevo se enfureció. Llegó bramando al pabellón precioso. Su voz rugía como los truenos de la guerra.
Venus, al verlo, escondió a Njembé entre sus pechos, al lado de su corazón.
Marte buscaba a la hormiga sin encontrarla, celoso y desesperado. Hasta que descubrió a Venus sujetando sus ropas contra sus senos.
Marte pidió a la diosa que se quitase el vestido.
Ella, con sumo cuidado, lo dejó caer deslizándose hacia los pies mientras Njembé, con su mano izquierda, se sujetaba a la tela para no caer. Marte no pudo ver a Njembé escondido entre las sedas.
Los dioses del Olimpo, enterados de que Njembé estaba de nuevo en peligro, acudieron a salvarlo.


Estaban hartos del Marte brutal, celoso e intransigente.
Palas Atenea lanzó una piedra que lo derribó.
Después lo lanzaron al Hades para toda la eternidad. Solamente podrá salir si cambia su carácter.
Ante ellos quedó la diosa desnuda, como se la ve en pinturas y estatuas, con la ropa resbalando al suelo.
Unas veces se la ve sorprendida y temerosa ante la furia de Marte, otras sonriente por saber que la hormiga coja se ha salvado, otras radiante de saber que nunca más volverá Marte a molestarlos.
Por eso, la próxima vez que veáis a la diosa Venus, observad. Entre los pliegues de sus vestidos que caen hacia sus pies, siempre aparece Njembé, una hormiga enamorada, con su mitad derecha paralizada.
Miradla con respeto y admiración, por su talento, su valentía y tenacidad.
Es la historia de Njembé, una simple hormiga coja que enamoró a una diosa, hizo pelearse a los dioses del Olimpo y desterró a Marte para siempre de este mundo.

Ahora puedes ver felices a Venus y Njembé observando flores y hierbas silvestres para inspirar las nuevas creaciones de la hormiga coja.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Lusa Skywalker


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